"El miedo al miedo o de la lucha contra los propios fantasmas y demonios".
La ansiedad
es el "miedo al miedo". Está frase le resultará muy familiar a todas
aquellas personas que la hayan sufrido alguna vez o que la estén sufriendo en
estos momentos. Miedo al miedo o miedo a uno mismo en su relación con los demás,
temor a la reacción de la gente, pavor a la excisión de uno mismo, a la
desintegración de la personalidad, a la pérdida, al dolor, al daño y
sus consecuencias.
La ansiedad aparece un día y lo hace para siempre, se instala y gobierna tu vida, basa su poder en su capacidad intrusiva e invasiva (-en su cortejo sintomático de caracter psicofisiológico-) y en la lucha de su huesped por mantenerla alejada. Es cierto, cuanto más lucha la persona por apartarla de su vida, más poder acumula, más fuerte se hace, más presencia tiene, por el contrario, "el hechizo se rompe" en el momento en que se decide asumirla como propia e integrada en el YO, al dejar de luchar y al dar a conocer a todo el mundo que se sufre de ansiedad.
Tengo ansiedad!, disculpa pero no te puedo contestar como quisiera porque estoy teniendo un momento de angustia!, etc.
Ventilar las emociones, -hacerlas participes, compartirlas, no negarlas, no avergonzarse, no tratar de esconderlas, de ocultarlas-, crea y genera un estado que invierte el mecanismo que retroalimenta el proceso de la ansiedad.
Gritar al mundo: "tengo ansiedad"!, la anula, la elimina, pués su fuente de poder y de energía reside precisamente en el intento infructuoso del individuo por minimizarla y rechazarla (-tratando de dar una imagen al exterior que difiere del estado real del individuo-).
Lo peor que se puede hacer en estos casos, es avergonazarse de uno mismo por tener reacciones de este tipo, algo muy frecuente, ya que muchas personas que la padecen, tienden a evaluarse y a enjuiciarse muy duramente, del tipo,"he quedado como un idiota", "menuda impresión debo haber dado", "que habrán pensado de mí", "soy un estúpido"...
Esos pensamientos, tantos los de antes (anticipatorios), como los de después (post-factum), son los que utiliza el trastorno (la ansiedad) para dominar, manipular y poseer a su huesped.
De modo que la solución pasa por reconocerla y aceptarla, saber que forma parte de uno mismo y así darla a conocer al mundo, siendo conscientes que su naturaleza potencialmente dañina, reside en uno mismo, pues no es más que la poyección aumentada de los propios temores, demonios y fantasmas universales que residen en el alma humana.
La ansiedad aparece un día y lo hace para siempre, se instala y gobierna tu vida, basa su poder en su capacidad intrusiva e invasiva (-en su cortejo sintomático de caracter psicofisiológico-) y en la lucha de su huesped por mantenerla alejada. Es cierto, cuanto más lucha la persona por apartarla de su vida, más poder acumula, más fuerte se hace, más presencia tiene, por el contrario, "el hechizo se rompe" en el momento en que se decide asumirla como propia e integrada en el YO, al dejar de luchar y al dar a conocer a todo el mundo que se sufre de ansiedad.
Tengo ansiedad!, disculpa pero no te puedo contestar como quisiera porque estoy teniendo un momento de angustia!, etc.
Ventilar las emociones, -hacerlas participes, compartirlas, no negarlas, no avergonzarse, no tratar de esconderlas, de ocultarlas-, crea y genera un estado que invierte el mecanismo que retroalimenta el proceso de la ansiedad.
Gritar al mundo: "tengo ansiedad"!, la anula, la elimina, pués su fuente de poder y de energía reside precisamente en el intento infructuoso del individuo por minimizarla y rechazarla (-tratando de dar una imagen al exterior que difiere del estado real del individuo-).
Lo peor que se puede hacer en estos casos, es avergonazarse de uno mismo por tener reacciones de este tipo, algo muy frecuente, ya que muchas personas que la padecen, tienden a evaluarse y a enjuiciarse muy duramente, del tipo,"he quedado como un idiota", "menuda impresión debo haber dado", "que habrán pensado de mí", "soy un estúpido"...
Esos pensamientos, tantos los de antes (anticipatorios), como los de después (post-factum), son los que utiliza el trastorno (la ansiedad) para dominar, manipular y poseer a su huesped.
De modo que la solución pasa por reconocerla y aceptarla, saber que forma parte de uno mismo y así darla a conocer al mundo, siendo conscientes que su naturaleza potencialmente dañina, reside en uno mismo, pues no es más que la poyección aumentada de los propios temores, demonios y fantasmas universales que residen en el alma humana.
Fdo.
Ignacio González Sarrió.
Psicólogo. Psicoterapeuta y Perito Forense.
Colegiado en Valencia.