sábado, 23 de febrero de 2013

DIFERENCIAS ENTRE LOS CONCEPTOS DE PERSONALIDAD, CARÁCTER, INTELECTO Y FÍSICO.

La Personalidad se define, según Eysenck, como "una organización más o menos estable y duradera del carácter, temperamento, intelecto y físico de una persona, que determina su adaptación única al medio ambiente en el que vive".

EL Carácter; hace referencia a la mayor o menor estabilidad (solidez, consistencia y duración) del "comportamiento conativo" de una persona (voluntad).

El Temperamento; se refiere a la mayor o menor estabilidad del "comportamiento afectivo" de una persona (emoción).

El Intelecto; se refiere a la mayor o menor estabilidad del "comportamiento cognitivo" (inteligencia).

El Físico; hace referncia a la configuración corporal y a la dotación neuroendocrina.

Fdo.
Ignacio González Sarrió.
Psicólogo. Psicoterapeuta y Perito Forense.
grupopsico@cop.es
http://psicolegalyforense.blogspot.com

viernes, 22 de febrero de 2013

LA AUTOCRÍTICA: ¿un valor o una limitación?.

Saber parar y recapacitar sobre cómo hemos actuado, valorando el grado de responsabilidad de nuestras acciones, es un signo de madurez mental.
De hecho, este análisis introspectivo acerca de uno mismo, supone una “Meta-cognición”; un proceso de valoración de nuestra manera de pensar, sentir y actuar, pero no solo desde una perspectiva “egocentrista” sino desde la perspectiva del otro, de los demás. La autocrítica supone ir más allá de las propias necesidades, supone comprender las necesidades del otro, su punto de vista, supone, al fin y al cabo, “empatizar”.
Por supuesto, hablamos de una “autocrítica sincera y constructiva”, no una actitud manipuladora y cosmética de intenciones egocéntricas, no hay que olvidar que muchas veces los manipuladores copian las acciones y sentimientos de forma casi perfecta, pero carecen de intención auténtica, solo buscan conseguir sus intereses a través de la manipulación emocional.
Así pues, la autocrítica sincera es propia de "personas que asumen que pueden estar en un error" o si se prefiere, que pueden haber pasado por alto otros puntos de vista y no haber tenido en consideración la opinión y los sentimientos de los demás. Esta actitud, sin duda constructiva, analítica y profunda no debe dañar en absoluto la autoestima ni la seguridad de la persona que la ejerce, todo lo contrario; le fortalece, dado que supone la incorporación de nuevos “mecanismos de análisis, procesamiento y tratamiento de la información” y tiene como consecuencia el cuestionamiento de esquemas y estructuras cognitivas que pueden estar obstaculizando el “crecimiento personal”.
Quien no se cuestiona nunca a sí mismo; quien siempre pone en tela de juicio la actuación de los demás pero nunca la suya propia; quien siempre cree tener la razón; quien considera que asumir un error, una carencia, una limitación, es signo de debilidad; quien considera las relaciones interpersonales como un intercambio donde se gana o se pierde; está destinado a permanecer encerrado en sí mismo, limitado por sus propias creencias, amarrado a sus limitaciones y encadenado a su prepotencia.
Podrá triunfar en la vida, ser un gran profesional, ser temido por sus subordinados e incluso –si es muy hábil socialmente- respetado por sus semejantes, pero nunca alcanzará el cariño de estos, ni será jamás una persona feliz.
 
Ignacio González Sarrió.
Psicólogo. Psicoterapeuta y Perito Forense.
Colegiado en Valencia.
http://psicolegalyforense.blogspot.com

jueves, 21 de febrero de 2013

EXPLICANDO LA DEPENDENCIA EMOCIONAL.

DEPENDENCIA EMOCIONAL. ¿Qué es?

de Ignacio González Sarrió.
¿Alguna vez has conocido a alguien que solo tiene palabras para hablar de su relación?, ¿del miedo a perderla?, ¿alguna vez vez has conocido a alguien que tras romper con su pareja se sumerge en una terrible y profunda depresión y angustia de la que solo sale cuando inicia otra relación?, si es así, estás ante un caso de dependencia emocional.

Las personas que lo sufren, viven con la angustia de ser abandonadas, constantemente creen que su pareja les va a dejar y les someten a continuos interrogatorios a cerca de la veracidad y autenticidad de su amor, llegan a un punto en el que la otra persona ya no sabe que hacer y en la mayoría de los casos terminan (la persona no dependiente) por poner fín a esa relación angustiante. un claro ejemplo de "profecía autocumplida".

Es tal la angustia de estas personas de ser abandonadas por sus parejas, que son incapaces de pensar o interesarse por otra cosa que no sea el objeto de su angustía, no pueden disfrutar de la vida, de los amigos, de una conversación.....no pueden trabajar, hacer deporte o estudiar y en los momentos más agudos dejan de comer y de dormir.

En estos estados de máxima ansiedad, pueden ser presas de ataques de pánico, fóbia social, además de la angustía libre flotante o ansiedad generalizada.

Sus procesos cognitivos y perceptivos superiores se ven fuertemente alterados, la atención, la memoria, el aprendizaje, el lenguaje y en general el pensamiento, dejan de funcionar con normalidad, presentandose lapsus, lagunas, déficits y alteraciones de distinto tipo, grado y naturaleza.

El rictus de la persona expresa un profundo padecer, miedo y angustía fruto de afectación nerviosa que padecen, tiene cara de pena.

En muchos casos pueden llegar al suicidio, sobretodo cuando la angustia alcanza límites insoportables.

Pero, ¿dónde está el origen de semejante alteración?. El origen lo encontramos como siempre en la infancia, suelen haber sido niños cuyos padres desarrollaron con ellos un vínculo ambivalente, "hoy te digo que te quiero y que eres muy bueno, mañana que eres insoportable y que te voy allevar con tu abuela", o que han visto amenazada su "autoestima" a través de cambios repentinos e inexperados en la reacción de sus padres respecto a ellos mismos y su conducta, es decir, que sin mediar causa alguna y frente a comportamientos inofensivos o neutros de los menores, los padres reaccionan de manera desproporcionada y repentina contra la valia personal del hijo, atacando y criticando no ya el hecho o conducta en sí misma, sino la intención de la persona y su capacidad de actuar.

Estos niños, crecen perdidos en lo emocional, sin un refernte afectivo seguro y solos en su caos. Constantemente se culpan de los errores que les atribuyen los demás y van interiorizando un autoconcepto de sí mismos muy negativo en el que la incapacidad, la falta de valía y la inseguridad son sus referentes emocionales.

Este retrato o perfil psicoemocional va perpetuándose a medida que el niño crece, se va consolidando y va dejando un rastro de experiencias que se suman al carro de las vivencias desagradables del individuo.

En la adolescencia, aparecen los primeros brotes de ansiedad y depresión y las primeras conductas de abuso de substancias, bajo rendimiento escolar, fracaso académico, dificultades de adaptación, problemas con sus iguales....etc.

Desde ese momento y hasta la edad adulta, la persona se ve apoderada de un sentimiento profundo y constante de soledad que tratará de mitigar con la búsqueda del amor incondicional. Buscará una persona que le pueda dar esa seguridad de la que carece, arrancarle ese miedo a la vida que le incapacita como ser humano, pero solo hará que trasladar sus angustias y sus temores a la relación y a la persona "mal amada".
Así, pasará de una relación a otra, en un bucle sin fín, en una carrera desenfrenada y loca por escapar de sus miedos, de esquivar a sus pesadillas.....de huir de sí mismo. No lo conseguirá jamás!!.

Finalmente, es tal el deterioro de la persona y de su integridad psíquica, que se llega a un estado en el que la psique se diluye con el exterior, perdiéndose los límites de uno mismo, confundiéndose con el exterior, con el otro...de ahí la frase: "no se quién soy ni lo que quiero...", este es un fenómeno de despersonalización muy angustiante y peligroso que puede dar lugar a un brote psicótico o a un estado delirante.

Junto a la despersonalización,- en la que el individuo siente como si lo que estuviera viviendo en realidad lo estuviera viviendo otro-, se produce la desrealización, fenomeno por el cual la persona siente como si nada fuese real, como si estuviera pero no estuviera al mismo tiempo, como si lo que vivenciase fuera un sueño...pero esto ya son estados muy agudos.

Decir que, además, es un trastorno muy mal visto, ya que la gente se cansa de ellos y los considera personas sin fuerza de voluntad...no es así, solo que no pueden ni saben actuar, sentir y pensar de otra manera....
Fdo.
Ignacio González Sarrió.
Psicólogo. Psicoterapeuta y Perito Forense.

sábado, 16 de febrero de 2013

LOS CELOS.

¿QUÉ SON LOS CELOS?.

 
Los celos: Artículo de Opinión por: Ignacio González Sarrió.

¿Qué son los celos?, ¿cómo nos afectan?, ¿se pueden controlar?, ¿porque existen personas con mayor tendencia a desarrollarlos que otras?, ¿cuales son las características de personalidad que hacen a una persona susceptible de ser celosa?, ¿afecta el esquema familiar en el que hemos vivido, en el posterior desarrollo de las celopatías?, ¿qué variables son las más decisivas en la aparición y modulación de la patología?, ¿Qué emociones están implícitas y subyacen a este trastorno?.
Los celos son un trastorno expresado en tres niveles; emocional, conductual y cognitivo, los tres afectados en mayor o menor medida. Es por tanto, un trastorno de base cognitiva y de expresión afectivo -emocional y conductual.
 
Todo celópata, tiene interiorizadas una serie de creencias e ideas des-adaptativas, en relación al sexo opuesto y a las relaciones afectivas con este, esas creencias, con base en la educación, el contexto familiar de origen, la infancia y en las interacciones sociales cercanas, condicionan de manera muy significativa la capacidad del individuo de contemplar a los demás (y a los hechos que se suceden a su alrededor), de manera clara y objetiva. Por lo tanto, son las mismas distorsiones de la realidad las que retroalimentan el complejo, fomentando una estructura cognitiva patológica particular y la manifestación de los sesgos cognitivos.
 
De manera que, este conjunto de pensamientos, ideas y creencias fuertemente asentado y arraigado, se convierte en un filtro, a través del cual, el individuo observa e interpreta los acontecimientos, respuestas y en general las conductas y las relaciones de los demás y concretamente de su pareja.
 
Por tanto, nos encontramos con un concepto del amor peculiar y altamente patológico, asociado a ideas vinculadas a emociones displacenteras, tales como la desconfianza, el miedo, la inseguridad, todas ellas relacionadas con la idea nuclear básica "el temor a ser engañado por su pareja", es decir, el miedo a ser objeto de un engaño tramado por la persona con la que comparte su vida y no llegar a ser consciente del mismo".
 
Este temor tamiza de forma constante y transversal todo aquello que está relacionado con el amor, las relaciones, etc y que da lugar a las particulares reacciones de la persona celosa, tanto las emocionales como las conductuales.
Como este temor “obsesivo y angustiante" carece de base real, la persona celosa desarrolla un cuadro patológico de de contenido paranoide (paranoidismo), vinculado eso sí, a la relación afectivo-emocional que está viviendo y manifestando abiertamente signos de suspicacia, susceptibilidad y desconfianza.
 
Dicho temor, limita sustancialmente al individuo, a causa del fuerte poder de intrusión que poseen esos pensamientos e ideas y para poder mitigar los efectos perturbadores que le generan, el/la celoso/a pone en práctica un control férreo sobre la otra parte, creyendo que así podrá encontrar algún signo o indicio que le lleve a confirmar sus temores y sus miedos, sin duda en este punto podemos encontrar el nexo de unión con las constelaciones familiares del paciente, es decir, con el modelo de crianza interiorizado en su infancia, modelos familiares herméticos, no permeables con el exterior, hostiles a inferencias, suspicaces y tendentes a malinterpretar las acciones de los demás, modelos que inculcan valores y creencias machistas y en los que "la dependencia emocional" es clave en el desarrollo de la personalidad.
 
Son frecuentes también “los vínculos afectivos de apego ambivalentes” con las figuras cuidadoras y también “los vínculos inseguros”. Estos sistemas familiares fomentan la inseguridad y la desconfianza en los demás, desarrollando autoconceptos y autoestimas frágiles y dependientes. De manera que, el/la celoso/a, es una persona insegura, dependiente, desconfiada y con baja autoestima.
 
Esta fuerte inseguridad en sí mismo la traslada a su relación y a su pareja, siendo su mayor temor la pérdida de la relación, en tanto en cuanto, esto supondría la desintegración de la precaria seguridad construida en torno a la relación de pareja.
 
Otro de los aspectos observables, es la búsqueda constante para satisfacer los deseos narcisistas egocéntricos, materializados y externalizados en la necesidad de una constante adulación, mediante la demanda incesante de muestras de afecto y cariño, que si no son satisfechas se interpretarán como una "evidencia de la falta de interés" y, por lo tanto, de la ocultación del interés por una tercera persona.
 
En este sentido y relacionado con esto último, encontramos que la persona celosa, teme la pérdida de su estatus en relación a la persona amada, es decir, teme la pérdida de poder e influencia sobre ella.
Todos estos temores, más tarde o más temprano, conducirán a la persona celosa al desarrollo de una “fuerte inestabilidad emocional” de contenido neurótico (neuroticismo), este neuroticismo, asociado a una visión de las relaciones humanas desde una perspectiva instrumental o utilitaria (en la que el objetivo de las relaciones afectivas son la satisfacción de las propias necesidades) y sobre la que se construye el propio Yo (autoconcepto), conducirán a su vez a la expresión de conductas agresivas físicas y/o psicológicas.
 
Fdo.
Ignacio González Sarrió.
Psicólogo. Psicoterapeuta y Perito forense.
Colegiado en Valencia.
696102043.

martes, 12 de febrero de 2013

¿EXISTE LA ADICCIÓN AL SEXO?.

Se ha propuesto el trastorno de hipersexualidad como una nueva categoría diagnóstica para el DSM-V. Este trastorno se caracteriza por la frecuencia y la intensidad de las fantasías sexuales, la activación psicofisiológica, el ansia y las conductas sexuales, todo ello asociado a un componente de impulsividad.
Las conductas excesivas de tipo apetitivo, incluyendo la hipersexualidad, pueden considerarse como adicciones conductuales. La adicción al sexo se aplica a personas que muestran conductas parafílicas o no parafílicas relacionadas con situaciones de riesgo, con una escalada en el tipo de conductas sexuales (tolerancia), con una pérdida de control y con una consecuencias psicosociales negativas, tales como embarazos no deseados, ruptura de pareja, problemas económicos/laborales y enfermedades de trasnmisión sexual, incluyendo el sida.
Las conductas más habituales implicadas en la adicción al sexo son las fantasías sexuales, la masturbación compulsiva, la pornografía, el cibersexo, el voyeurismo, el sexo anónimo y las parejas múltiples.
Las conductas sexuales tienen como objetivo reducir la ansiedad y otros afectos disfóricos (por ejemplo, la vergüenza y la depresión). La adicción al sexo presenta una comorbilidad con otros trastornos del Eje I (sobre todo, con trastornos de ansiedad, depresión, dependencia de sustancias e hiperactividad).
Todavía hay muchas lagunas en el conocimiento del curso clínico, de los factores de riesgo y de la historia familiar y se carece de datos sobre la adición al sexo en mujeres.
Referencia: Enrique Echeburúa Odiozola. Adicciones. Revista de socidrogalcohol. Vol. 24, Nº. 4, 2012. págs. 281-286.
Fdo. Ignacio González Sarrió.
696102043.
Psicólogo. Psicoterapeuta y Perito Forense.

viernes, 8 de febrero de 2013

LA RESIGNACIÓN Y SUS CONSECUENCIAS.

Por Ignacio González Sarrió.

Los seres humanos nos diferenciamos del resto de animales que pueblan la tierra en una característica fundamental; "La consciencia de uno mismo", este ser conscientes de nostros mismos, nos permite desarrollar una personalidad propia y diferenciada del resto ("el YO").

La personalidad se conforma y se nutre de dos fuentes diferenciadas; la primera es la relativa a los "aspectos constitucionales o heredados" (aquello con lo que nacemos, nuestras características y tendencias innatas a ser de una manera o de otra, de ahí las diferencias de temperamento y/o caracter entre hermanos criados en el seno de una misma familia e incluso en hermanos gemelos) y la otra fuente es la relativa a "lo aprendido o adquirido a lo largo del tiempo" a través de la experiencia (son las vivencias de cada uno, el ambiente en el que nos desarrollamos, etc). Estos dos elementos, nutren y conforman la personalidad (caracter y temperamento) y dotan al individuo de un autoconcepto propio y único.

Una vez definida y asentada la personalidad, se convertirá en el "principal instrumento con el que interpretar el mundo" y los diferentes acontecimientos que en el se sucedan. Esta herramienta mediatiza y condiciona el aparato cognoscitivo y por tanto el emocional, (es decir nuestra forma de pensar y de sentir), de tal forma que se convirte (el autoconcepto) en agente modulador de las relaciones interpersonales (la forma en como nos relacionamos con los demás), el resultado de todo esto, se traduce en la calidad de dichas relaciones interpersonales (¿nos sentimos bien con los demás, somos nosotros mismos o por el contrario tratamos de agradar y evitamos mostrarnos como realmente somos por miedo al rechazo social?).

"Las emociones y sentimientos propios" (conceptos distintos entre sí, pero intimamente relacionados) están estrechamente relacionados con la forma de pensar y de interpretar las reacciones de los demás respecto a uno mismo (conducta, actitudes y formas de pensar), y así constantemente, vamos valorando lo que los demás dicen y hacen y lo que nosotros hacemos y decimos, en un bucle sin fín que retroalimenta incesantemente nuestro autoconcepto, esta retroalimentación se verá condicionada por variables tales como el "Locus de control Interno/externo" (o tendencia a depender de la aprobación de los demás o de uno mismo) y otras grandes variables y/o características de personalidad (como la introversión /extroversión, etc).

Otro aspecto determinante en el desarrollo del autoconcepto (y por tanto de la autoestima) es el modo en como la persona interpreta y valora su propia eficacia en el afrontamento y/o superación de problemas vitales, de tal forma que si tras el afrontamiento se desarrollan (y además se tiene consciencia de ello) habilidades nuevas de afrontamiento (aptitudes, herramientas, etc) el concepto de sí mismo se verá claramente fortalecido.

No obstante, no todo son víctorias en el desarrollo del "ciclo vital", y las derrotas, frustraciones, pérdidas y sufrimientos se sucenden con cierta frecuencia, es cierto que de los fracasos también se aprende, siempre y cuando la persona entienda porqué se han producido, de lo contrario la tendencia natural es a volver a equivocarse y por tanto a reproducir los mismos errores (es cuando entramos en "circulos viciosos"; patrones de respuesta y comportamientos claramente disfuncionales, pero con una fuerte tendencia a reproducirse una y otra vez).

En este sentido y entrando ya en el campo de la "psicopatología", las frustraciones provocadas por experiencias desagradables generadoras de emociones altamente distorsionadoras y negativas, si no se analizan y se contextualizan, entendiendo cuáles han sido y siguen siendo sus motivaciones intrínsecas y sus beneficios a corto plazo, tiende a vincularse con gran fuerza a situaciones y contextos (que pueden ser personas, situaciones o recuerdos) y son generadoras de emociones y pensamientos de un alto poder de afectación negativa.

Estas emociones vinculadas en su mayor parte a un "concepto de uno mismo peyorativo y moralmente castrante", potencian el desarrollo e instauración de emociones tales como la culpa, rabia, desesperación, tristeza, pena, angustia, etc....emociones todas ellas que, como digo, se van abigarrrando e instaurándo en el repertorio emocional y conductual del sujeto, generando principalmete, una sensación de fuerte apatía, desesperación y finalmente resignación, al llegar a la conclusión de que en el fondo somos incapaces de cambiar, tanto nosostros mismos, como el entorno en el que nos desenvolvemos.

Se pasa pues de un "estilo de afrontamiento basado en la lucha" a otro basado en la resignación, esto en parte es debido a una tendenia a identificar "lucha" con "reactividad" (en lugar de con proactividad) y "resignación" con "apatía" (en lugar de con relativización).

Por eso, para poder alcanzar un cierto equilibrio, que nos lleve a la reconciliación con uno mismo evitando al mismo tiempo la resignación patológica, es necesario romper con la tendencia a la idealización del Yo, aceptando las limitaciones propias de nuestra condición humana y asumiendo en definitiva nuestro YO real.


Fdo.

Ignacio González Sarrió.
Psicólogo. Psicoterapeuta y Perito forense.
696102043
Valencia.

martes, 5 de febrero de 2013

EL DAÑO PSICOLÓGICO EN VÍCTIMAS DE DELITOS VIOLENTOS.

El daño psicológico cursa habitualmente en fases.
En una primera fase, suele surgir una reacción de sobrecogimiento, con un cierto enturbamiento de la conciencia y con un embotamiento general, caracterizado por lentitud, abatimiento general, pensamientos de incredulidad y pobreza de reacciones.
En una segunda fase, a medida que la conciencia se hace más penetrante y se diluye el embotamiento producido por el estado de "shock", se abren paso vivencias afectivas de un colorido más dramático: dolor, indignación, rabia, impotencia, culpa, miedo, que alternan con momentos de profundo abatimiento.
Y, por último, hay una tendencia a reexperimentar el suceso, bien, espontáneamente, o bien en función de algún estímulo más general: una película violenta, el aniversario del suceso traumático, etc.
Hay que situar siempre el daño psicológico en relación con el trauma sufrido, al margen de otras variables individuales (psicopatología previa, personalidad vulnerable, etc) o biográficas (divorcio, estrés laboral, etc). La valoración del daño se hace con arreglo a las categorías de discapacidad y minusvalía.

Tabla. daño psíquico


Tabla. Daño psíquico en víctimas  de delitos violentos.

·         Sentimientos negativos: humillación, vergüenza, culpa e ira.
·         Ansiedad.
·         Preocupación constante por el trauma, con tendencia a revivir el suceso.
·         Depresión.
·         Pérdida progresiva de confianza personal como consecuencia de los sentimientos de indefensión y desesperanza experimentados.
·         Disminución de la autoestima.
·         Pérdida de interés y de la concentración en actividades anteriormente gratificantes.
·         Cambios en el sistema de valores, especialmente la confianza en los demás y la creencia en un mundo justo.
·         Hostilidad, agresividad, abuso de drogas.
·         Modificación de las relaciones (dependencia emocional, aislamiento).
·         Aumento de la vulnerabilidad, con temor a vivir en un mundo peligroso, y érdida de control sobre la propia vida.
·         Cambio drástico en el estilo de vida, con miedo a acudir a los lugares de costumbre; necesidad apremiante de trasladarse de domicilio.
·         Alteraciones en el ritmo y en el contenido del sueño.
·         Disfunción sexual.

Fdo.
Ignacio González Sarrió.
Psicólogo. Psicoterapeuta y Perito Forense.
grupopsico@cop.es
696102043.http://psicolegalyforense.blogspot.com

lunes, 4 de febrero de 2013

APRENDIZAJE Y MEMORIA. La base de nuestra identidad.

TODO SE APRENDE Y TODO DEPENDE DE LA MEMORIA.


Cuando se habla de aprendizaje, tanto a nivel coloquial como en círculos psicopedagógicos, se tiende a pensar en la adquisición de conocimientos y de habilidades, no obstante el aprendizaje es mucho más y comprende y abarca todos los niveles y áreas de la vida humana.

Por otra parte, a medida que vamos “desarrollando nuestra identidad” como seres humanos únicos, es decir como individuos particulares, se van acumulando las experiencias fruto de la relación que mantenemos con el medio en el que vivimos y con las personas que habitan dicho medio. Esas experiencias y su significado se almacenan en la memoria y conforma nuestra experiencia vital.

Dicha experiencia vital, es decir, el conjunto de experiencias, sucesos y acontecimientos vividos da sentido a nuestro ser, a nuestro auto-concepto y a la forma particular de ver el mundo que cada persona tiene. Vayamos por partes:

La forma de sentir y vivir las emociones:


Depende básicamente del sentido que nuestro entorno, en especial los padres, otorga a las cosas. Es decir, el valor que le dotan a las emociones, ya sean placenteras y beneficiosas o perjudiciales, de modo que si el circulo cercano al niño ridiculiza ciertas emociones y fomenta la represión y el control de las mismas, el niño aprende que mostrar las emociones es algo malo y lo asocia a debilidad de carácter. Este fenómeno de represión emocional está directamente vinculado a carencias en habilidades sociales, especialmente a déficits en la empatía y en comportamientos prosociales.


La conducta:


El niño, básicamente aprende por imitación (aprendizaje vicario o modelado), es decir observa a sus modelos de referencia y a sus iguales, interioriza la conducta y la reproduce. Busca de esta forma ser aceptado y si le resulta eficaz el nuevo comportamiento (en términos de funcionalidad) se produce un reforzamiento positivo de la conducta y una tendencia a la repetición y consolidación de la misma.

Esos principios de funcionalidad (motivación), que para el niño suponen su prioridad, no son de por si adaptativos ni funcionales para un contexto adulto.


Creencias y Valores:


La forma de entender e interpretar las cosas, la manera de darle valor a los acontecimientos, la estructura que permite priorizar los intereses del niño. Esta área es fundamental y se encuentra estrechamente vinculada a lo que le transmite la sociedad y la familia al niño en el día a día. Valores como la solidaridad, el valor del esfuerzo, la constancia, la tolerancia a la frustración, el concepto del amor, la paternidad/maternidad, la forma de pensar (estructuras cognitivas), estilos de afrontamiento…. Etc, son valores que se adquieren a través del aprendizaje y constituyen el esqueleto de la personalidad del niño.


Las actitudes:


O la disposición frente a los demás y a los acontecimientos de la vida diaria, es decir, la tendencia al optimismo o al pesimismo, a la crítica constructiva o destructiva, al razonamiento, análisis y valoración ponderada de las cosas o la impulsividad, frustración e intolerancia como modo de reaccionar frente a los retos y demandas. Todos estos aspectos se aprenden, se inculcan, se interiorizan y se ejercitan con la experiencia.


Las habilidades, destrezas y aptitudes:


Es decir, todas aquellas capacidades construidas a través del ensayo y error, que van siendo adquiridas y perfeccionadas con la experiencia y que tiene un componente experimental. Como son el manejo de herramientas e instrumentos, control del medio, del propio cuerpo, o la adquisición de conocimientos. Esta área es la encargada de potenciar en el sujeto la capacidad de autonomía y de autosuficiencia, depende mucho del refuerzo contingente y de la autoestima (seguridad), es decir, de si al niño de le refuerza en aspectos tales como la experimentación y no se le inculca miedo al fracaso (entendido este como la comisión de errores).


Hábitos:


Aquellas conductas que se establecen de forma permanente y que tiene una finalidad definida, y que además son altamente motivantes para el sujeto o se han constituido como inherentes a si mismo, debido a su reiteración y refuerzo contingente. Los hábitos pueden ser beneficiosos (deporte) o nocivos (alcohol), el hecho de que una persona se inicie y habitúe a una conducta depende mucho del concepto (creencia) que dicha persona tenga de dicha conducta y de su aceptación social. En este sentido, personas que desean ser aceptados socialmente y con un autoconcepto deteriorado de sí mismos, pueden buscar la aprobación y aceptación social a través de ciertos hábitos de consumo, que asocian a prestigio entre sus iguales (fumar en los adolescentes). De esta manera, el hábito dota al individuo de una falsa seguridad.


Motivación y disposición:


O la fuerza que toda persona tiene para iniciar, mantener y lograr un objetivo. Puede venir del exterior (extrínsexo), si su objetivo es alcanzar un bien o meta externa al sujeto (un puesto de trabajo) o del interior, si la fuerza para hacer algo surge del propio individuo, siendo su interés intrínseco (mejora de la salud).


La disposición positiva para alcanzar algo, está directamente relacionada con la autoestima, es decir, con la percepción de cada uno y de sus capacidades para conseguir lo que se desea, por eso hay personas que creen que el esfuerzo y la dedicación son algo valioso, porque atribuyen a ese esfuerzo la consecución de sus logros, mientras que otras personas por el contrario creen que no depende de ellos mismos alcanzar sus metas, sino que existe una serie de factores externos que no se pueden controlar y que al final son los que deciden las cosas (la suerte).
Este estilo de afrontamiento, muy relacionado con las variables de personalidad LCE y LCI (Locus de Control Externo/Locus de Control Interno), es fruto del aprendizaje, de la experiencia y de las influencias de las figuras significativas que rodean al sujeto en su infancia, y por supuesto de como interioriza la persona el resultado de sus acciones y respuestas frente a las demandas, retos, etc.


Autoconcepto y Autoestima:


La forma de verse a uno mismo, el valor que nos damos a nosotros mismos como personas en relación a los demás. Creer que uno es igual, inferior o superior a los demás determina la forma de relacionarse con los otros, condiciona sobremanera los modos de relación interpersonal, afecta en la manera de interpretar las relaciones, las conversaciones y los contextos. Influye en cómo nos sentimos en las relaciones de pareja, en el trabajo, tiempo libre…etc. Es un agente modulador de las emociones, potencia el desarrollo de hábitos beneficiosos o nocivos, impulsa la conducta prosocial o antisocial, la empatía y asertividad o la hostilidad y violencia, fomenta estilos de afrontamiento adaptativos o desadaptativos (basados en reacciones defensivas), es el desencadenante de síntomas psiconeuróticos y psicosomáticos o de estados de bienestar y salud. La autoestima es todo y la autoestima se basa en el aprendizaje acerca de como ver el mundo y de cómo vernos a nosotros en ese mundo, un mundo lleno de oportunidades en el que podemos participar, aportar y crecer o un mundo hostil del cual nos tenemos que defender y ante el que no podemos hacer nada para cambiarlo.

Por eso los complejos, el sentido de inferioridad, el ver a los demás como mejores que a uno mismo, el verse en inferioridad de condiciones, incapaz y lleno de carencias, permite el desarrollo de sesgos cognitivos, en los cuales, la persona tiende a infravalorarse y a ver solo lo negativo, al tiempo que atribuye a sí mismo la causa de los problemas y el éxito a los demás. Este tipo de sesgos cognitivos (aprendidos y heredados de la familia), tienden a generar un estado de indefensión aprendida (causa fundamental de la depresión) que se caracteriza por la sensación de inutilidad e incapacidad para cambiar las cosas y afrontarlas con éxito. Todo esto es aprendido.


La memoria:


Es la facultad mediante la cual todo aquello que percibimos queda registrado, siempre y cuando se haya dando algunas circunstancias necesarias e intermediadoras como son, la atención dirigida y sostenida y que la información obtenida sea del interés del sujeto participante (significatividad y sensibilidad).

Así pues, a lo largo de los años vamos almacenando una gran cantidad de información acerca de nosotros mismos y de nuestra forma de actuar y de relacionarnos con los demás. Dicha información se ve sometida ajuicio constantemente en términos de eficacia e idoneidad (según nuestros propios principios morales y éticos) y vamos reconstituyendo así nuestro propio autoconcepto y autoestima, sintiéndonos más o menos conformes (satisfechos) y de acuerdo con nosotros mismos y sobre todo con las expectativas que teníamos respecto a nuestra vida y a nuestro futuro. Este ejercicio de introspección constante, tiene dos finalidades, la primera valorar si lo que hacemos y lo que hemos hecho es lo que deseábamos y queríamos hacer y segundo, en caso de ser incongruente con nuestro proyecto vital, iniciar acciones correctoras, es decir cambios que nos lleven a una vida más coherente con nuestros principios y valores, conscientes de que solo así podremos aspirar a la felicidad.

Por eso, el aprendizaje y en último término la memoria, son los principales agentes que determinan el devenir del ser humano, conforman su identidad y dirigen su conducta, y es en los principios del aprendizaje en los que se sustenta la potencial facultad de la terapia psicológica para iniciar el cambio curativo, es decir, en el reaprendizaje por una parte y en la asimilación, comprensión y aceptación de nuestras experiencias dolorosas.


Fdo. Ignacio González sarrió.
Psicólogo. Psicoterapeuta. perito forense.
http://psicolegalyforense.blogspot.com
grupopsico@cop.es
696102043.